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18 de diciembre de 2018

Un objeto tecnológico tradicional

                                                                                                                               Por Jaime López

Vivimos totalmente rodeados de compleja tecnología. Sería más que lógico hacer un post sobre este tema, pero me ha dado por curiosear sobre cacharros tradicionales y me he topado con uno superinteresante por su utilidad, su simplicidad y porque es muy, muy, nuestro. Apreciados seguidores, con todos vosotros... ¡el botijo!


Lo conocéis perfectamente. Está hecho de arcilla cocida y consta de varias partes: u
asa —para poder agarrarlo—, una boca  —para llenarlo—,  y el pitorro —por donde se bebe—. No le hace falta nada más, no os exagero si os digo que estamos ante un objeto tecnológico "cuasi perfecto", porque mantiene los líquidos frescos y por algo que parece casi mágico: los enfría.


Pero... ¿Cómo funciona? ¿Cómo es capaz de enfriar?

Gracias a que el botijo no es hermético. Al llenarlo de agua, ésta se va filtrando por las paredes porosas de barro y al entrar en contacto con el aire seco y cálido del exterior, se evapora. Es para esta evaporación para lo que se "roba", parte del calor tanto del botijo, como de su contenido. Se pierde una mínima cantidad de agua en este proceso, pero a cambio se consigue un descenso de hasta 10ºC respecto a la temperatura ambiente. Es similar a cuando sudamos en los días de calor, refrescándonos la piel y manteniendo constante la temperatura corporal. Solo tiene una pega: no funciona en ambientes muy húmedos porque se dificulta la evaporación. Así que, si pensabais llevaros el botijo a la playita, olvidadlo.

Como éste es además un blog de Ciencia —así, con mayúsculas—, no puedo resistirme a daros una explicación química del asunto. Si os interesa , pues adelante y, si no es así, os saltáis lo que queda del párrafo y tan amigos. Veréis, el funcionamiento del botijo —como el de la sudoración—, se aprovecha de las especiales propiedades del agua: sus moléculas se encuentran unidas unas a otras por innumerables enlaces llamados puentes de hidrógeno. Evaporar el agua supone liberar a las moléculas de estas múltiples ataduras para escapar libres a la atmósfera. Ello necesita gran cantidad de energía, que se toma del calor de nuestra piel, o de la superficie del botijo recalentada por el achicharrante sol. Así el agua se evapora y nuestro cuerpo, o el botijo, se refrescan. 

Existe un invento de una termodinámica casi idéntica llamado Pot-in-pot, desarrollado por el nigeriano Mohammed Bah Abba en 1995 y que es una especie de ecológica nevera portátil. Consiste en dos recipientes de material poroso de diferente tamaño, arena húmeda —rellenando el hueco entre ellos— y un paño también húmedo por encima, que son suficientes para poder enfriar y conservar alimentos durante semanas. Gracias a este invento, muchas niñas nigerianas pudieron ir al colegio porque no tenían que recoger vegetales frescos todos los días. ¿Impresionante, no os parece? 

Y una última cosa: El botijo además de ahorrar energía y no contaminar, es un objeto la mar de saludable. Seguro que os gusta el agua bien fría de la nevera, pero os jugáis una irritación de garganta. El botijo os la dará a la temperatura ideal, agradable y fresquita al punto. 

Ahora ya lo sabéis. Y si alguien os dice "eres más simple que el mecanismo de un botijo", enhorabuena, os están haciendo un cumplido. Sois casi, casi, perfectos.



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