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11 de junio de 2018

El puente de Brooklyn: avanzado, cinematográfico, curioso y...¿maldito?

Por Junco Riera
(Ingeniera de caminos)

¡Cuántas veces habremos visto el puente de Brooklyn en el cine o en la televisión! Es uno de los puentes más famosos del mundo y uno de los iconos de la ciudad de Nueva York.
Cuando Tarzán estuvo en Nueva York saltó desde él al East River, pero como fue en una película de 1942 esto ni os sonará, aunque puede que sí hayáis visto como Godzilla se lo carga enredándose en sus cables en la versión de 1998 y de qué manera en otras películas queda destruido, como en Deep Impact (1998) o Soy Leyenda (2007).
Pero lo importante no es su destrucción ficticia y apocalíptica, sino cómo se construyó, y se hizo tan bien, que aún hoy funciona perfectamente.


Godzilla un poco "liadilla" en el puente

Es un puente lleno de curiosidades y hasta de leyendas que pudo terminarse gracias a la inteligencia y resolución de una mujer excepcional: Emily Warren. Voy con la historia.

Este puente une la isla de Manhattan con la zona de Brooklyn (que entonces eran dos ciudades independientes) cruzando el East River. Fue un proyecto de John Augustus Roebling, que tuvo que moverse mucho para convencer a las autoridades y políticos de la época para que se embarcasen en su construcción. El proyecto se aprobó el 1 de junio de 1869, y aquí empieza la leyenda de la maldición del puente: cinco días después John Roebling tiene un accidente, un transbordador que entraba en el muelle le aplasta un pie, se lo tuvieron que amputar, pero se le gangrenó y murió tres semanas después. Así que fue su hijo, Whasington Roebling quien se hizo cargo de la obra. El puente se construyó con los mayores avances tecnológicos de la época y entonces… la maldición continúa: para la cimentación de las pilas, se utilizó un método pionero, cajones neumáticos, que permitían ejecutar las excavaciones bajo el agua, pero entonces no eran tan conocidos los efectos de la sobrepresión sobre el organismo humano y W. Roebling sufrió un síndrome de descompresión (la enfermedad del buzo) que le dejó paralítico y apenas sin habla.

Así que fue Emily Warren, la esposa de Whashington Roebling quien tuvo que hacerse cargo de las obras siguiendo las instrucciones que le daba su marido recluido en su casa y observando las obras desde su ventana con unos prismáticos. Se convirtió así en la primera mujer “ingeniera de campo” ¿Podéis imaginar a una mujer a finales del siglo XIX dándole órdenes a 600 obreros y bregando con los políticos y autoridades de la época? Pues esta mujer extraordinaria, que aunque no tenía título de ingeniera, pero que tenía una buena formación, era autodidacta en matemáticas y que ya se había interesado por muchos aspectos sobre la construcción del puente cuando su marido fue nombrado ingeniero jefe, se puso manos a la obra y colaborando con su marido postrado, trabajó durante casi 14 años hasta ver terminado el proyecto. El día de la inauguración, el 23 de mayo 1883 fue ella, junto con el entonces presidente de EEUU, Chester Arthur, la primera en cruzarlo, llevando en los brazos un gallo como símbolo de victoria.

Desde el punto de vista ingenieril, el puente de Brooklyn es el destilado de todos los avances que se produjeron en el siglo XIX en el proyecto y construcción de puentes colgantes. Su tipología es mixta colgante-atirantado, cubre una distancia total de 1825m con una luz (distancia entre los apoyos en sus pilas) de 468m y tiene 26m de ancho de tablero. Sus pilas, de 84m de altura son de granito, de estilo neogótico, con sus característicos arcos ojivales.


El puente de Brooklyn en nuestros días

Las 27 muertes (incluida la de John Roebling) que se produjeron durante la construcción de tan magna obra ayudaron a forjar su leyenda negra, pero también la desconfianza y la ignorancia de la gente de la época, que no se creían que un puente colgado de cables de acero pudiera soportar mucho peso. A los seis días de inaugurado, una mujer enganchó su tacón entre dos tablas del puente y comenzó a gritar, esto provocó el pánico general pensando que el puente se caía y se desató una estampida humana que acabó con la vida de 12 personas.

Está claro que el puente no iba a caerse, de hecho, estaba tan bien proyectado y construido que aún está en uso en la actualidad, pero para tranquilizar a los neoyorkinos, el 17 de mayo de 1884 el famosísimo Circo Barnum paseó sobre el puente 21 elefantes a los que acompañaban dos gigantes de Islandia, la mujer barbuda, el hombre perro, una sirena de Fiyi y 17 dromedarios. Tal exhibición paró la gran manzana y probó que, por más peso que le pusieran, el puente de Brooklyn no se iba a desplomar ¡Qué distinta de las aburridas y sosas pruebas de carga que se hacen ahora a los puentes usando simples camiones! Hasta hay una novela (que os recomiendo) editada por Editorial Juventud escrita sobre este hecho:


Esto sí que es una prueba de carga

Entre las anécdotas de este puente también se encuentra la de que un timador, George C. Parker fue capaz de vender el puente más de 4.000 veces a incautos ricachones haciéndose pasar por su constructor y convenciéndoles de que podían hacer negocio cobrando peaje por atravesarlo. Este truco le funcionó durante más de 40 años hasta que en 1928 fue detenido y condenado a cadena perpetua. Así que ya sabes, si vas a Nueva York no compres el puente, que no está en venta.

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